María Luisa Segoviano.

María Luisa Segoviano.

María Luisa Segoviano es la primera mujer que consigue llegar a la presidencia de una sala del Tribunal Supremo, y es vallisoletana

María Luisa Segoviano Astaburuaga (Valladolid, 1950) ha roto todos los techos. El pasado 1 de octubre de 2020 fue elegida presidenta de la Sala IV del Tribunal Supremo, convirtiéndose en la primera mujer que lo consigue. Muchas de las sentencias que ha formulado han significado una mayor igualdad para la mujer en el ámbito laboral y de la Seguridad Social.

Amante de su ciudad, viene todos los fines de semana a Valladolid desde Madrid cuando la faena laboral le da un respiro, charlamos con ella sobre el presente, futuro y también del pasado, con una carrera impoluta y, también, de su amor por la ciudad del Pisuerga.

Un año después de ser designada como presidenta de una sala del Tribunal Supremo, se encarga de la jurisdicción social y laboral, ¿Qué balance hace?

Nos encontramos en un momento un poco delicado en el ámbito social porque la pandemia ha arrastrado una crisis muy importante y eso se refleja en la litigiosidad en el ámbito laboral y de la Seguridad Social. Por otro lado, también, desde marzo de 2020 y por la pandemia, aparecieron un gran número de normas para regular los famosos ERTES, las situaciones de desempleo, el teletrabajo, el permiso retribuido recuperable. Todo esto ha generado un número inmenso de pleitos.

Cuando digo inmenso es que, por ejemplo, en la Sala de lo Social del Tribunal Supremo hay pendientes 7.200 recursos y somos diez magistrados. Teníamos que ser 13 porque uno se jubiló, otro falleció y otra compañera se ha ido al Tribunal de Justicia de la Unión Europea pero, como ahora están paralizados los nombramientos, de momento no se nombra a nadie. Estamos solo diez para todo.

Nos encontramos en un momento un poco delicado en el ámbito social porque la pandemia ha arrastrado una crisis muy importante y eso se refleja en la litigiosidad en el ámbito laboral y de la Seguridad Social. Por otro lado, también, desde marzo de 2020 y por la pandemia, aparecieron un gran número de normas para regular los famosos ERTES, las situaciones de desempleo, el teletrabajo, el permiso retribuido recuperable. Todo esto ha generado un número inmenso de pleitos.

Cuando digo inmenso es que, por ejemplo, en la Sala de lo Social del Tribunal Supremo hay pendientes 7.200 recursos y somos diez magistrados. Teníamos que ser 13 porque uno se jubiló, otro falleció y otra compañera se ha ido al Tribunal de Justicia de la Unión Europea pero, como ahora están paralizados los nombramientos, de momento no se nombra a nadie. Estamos solo diez para todo.

¿Hay mucho colapso, entonces?

Hay muchos asuntos, como hablamos, y el tiempo medio de respuesta no es todo lo rápido que nos gustaría que fuera. Lo que he intentado, como presidenta, es racionalizar un poco la forma de señalar los asuntos. En vez de ser por riguroso orden de antigüedad de entrada en el Supremo, el recurso, se da prioridad a determinadas cuestiones, como son todas las derivadas de la nueva legislación COVID-19. ERTES, prevención de riesgos laborales, la nueva regulación laboral. También se da prioridad a los despidos colectivos o a pleitos de gran relevancia social. Por ejemplo: el de los famosos riders. Fue una de las cuestiones que se hicieron. Hay unas normas de señalamiento y reparto de asuntos. Yo los he sometido a la consideración de todos los miembros de la sala y consensuar las normas que nos parecían más efectivas y entre ellas estaban estas medidas. En cuanto a los riders, hasta ahora no teníamos un caso en el que el empleador fuera una plataforma digital. Sus empleadores no consideraban a estas personas trabajadoras por cuenta ajena sino autónomos y creo que era un problema social a resolver rápidamente y así lo hicimos. Así intentamos paliar el déficit de elementos humanos que tenemos.

Ha roto un techo que parecía inalcanzable como conseguir que una mujer presida una sala del Tribunal Supremo. ¿Satisfacción?

Se va haciendo camino al andar. Creo que, poco a poco, las mujeres hemos ido avanzando en la consecución de la igualdad y de nuestros derechos y se ha llegado a algo que parecía difícil. Tras 208 años de vida del Supremo nunca una mujer había presidido una sala de lo social.

También es cierto que las magistradas llegamos al Tribunal Supremo hace tiempo. Mi compañera Milagros Calvo llegó en el año 2002 como magistrada del Supremo. Al final, en mi caso, se cumplían las circunstancias objetivas para que una mujer pudiera presidir una sala de justicia del Tribunal Supremo.

¿Está contenta con el cargo?

Estoy muy contenta. Yo lo solicité. Hay que hacer una memoria de méritos bastante exhaustiva. Cerca de 200 páginas sobre lo que había hecho, intervenciones en ponencias relevantes, etc. Me llevó muchas horas hacer todo eso.

¿Por qué se ha tardado tanto en conseguir algo que debería ser normal?

Todo depende de las circunstancias. El nombramiento se hace cada cinco años. Se convocan las plazas de presidentes y pueden solicitar el puesto las

personas que reúnen los requisitos de los que he hablado antes. Las veces anteriores que se convocó esta plaza y no me presenté fue porque entendía que había personas con más antigüedad y méritos que yo y por eso no lo hice.

¿Siguen las mujeres infrarrepresentadas en los cargos discrecionales de la cúpula judicial? ¿Por qué?

Así es. Se ha estudiado y el Consejo tiene hecho un Plan de Igualdad en el que valora por qué se produce esto habiendo una mayoría de mujeres en la carrera judicial porque somos el 54%. En la última promoción han entrado un 70% de mujeres. No se entiende cómo, después, hay tan pocas en cargos

de libre designación. Se dice que para aspirar a esos cargos se exige esa memoria, currículum… con los méritos y muchas veces las mujeres se deciden a no presentarse al no considerar que tienen esos méritos.

A veces hay muchas que no han escrito artículos o libros, que les den ese valor extra para optar a cargos superiores por tener que desempeñar su labor de madre. Cuando la mujer y el hombre deberían compartir tareas. Otra de las razones que se apuntan es que, a veces, no se terminan de decidir porque nos falta confianza en nosotras mismas pensando que otros lo van a hacer mejor.

Es complicado conseguir un currículum que vaya más allá del mero desempeño de la función judicial en determinada época de la vida en la que por parte de las mujeres deben de atender más a la familia y esto no debería ser así, pero es. 

¿Y cómo se erradica este problema?

Este escollo solo se puede superar si desde los primeros estadios de la educación se predica el valor igualdad como algo esencial para que la sociedad avance de verdad.

¿Alguna vez se ha sentido usted discriminada? ¿Conoce a alguna mujer que lo haya sido en el ámbito judicial?

Creo que he tenido bastante suerte y yo no he sentido esta discriminación directamente pero sí, a veces trasluce un comportamiento discriminatorio leve y ese trasfondo está en la sociedad. Lo impregna todo sin que nos demos cuenta y esto es peligroso. Es tremendo que la sociedad todavía no haya dado el salto. Es cierto que se ha avanzado pero todavía no se ha llegado a la meta

para que la igualdad sea real. No solo la igualdad formal que reconoce la Ley sino la que hay que conseguir en la sociedad.

La brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo grande. ¿Qué se debe hacer para una equiparación que debería ser real ya en pleno siglo XXI?

La brecha salarial es uno de los temas en los que la discriminación es más sutil. Hay que matizar que los propios convenios colectivos, que negocian los representantes de los trabajadores y los empresarios, cuando establecen diferentes categorías profesionales marcan algunas que son desempeñadas por mujeres y ahí es donde hay una diferencia de retribución respecto a los hombres.

A nosotros nos ha llegado el caso de un hotel que paga bien a los

trabajadores, lo que dice el convenio y además, el dueño, a los que trabajan en el bar les paga mensualmente un plus de 200 euros. Y a los que hacen la limpieza de los pisos les paga 40 euros. En el bar el 90% de los que trabajaban son hombres mientras que camareros de piso no hay, son todas mujeres. Siendo categorías del mismo grupo profesional, a unos se les da un plus de 200 euros al mes y a las otras de 40. En la brecha salarial se palpa la discriminación indirecta, muy sutil pero cuando te pones a examinarlo ves que está presente.

¿El coronavirus ha fomentado y agrandado esta discriminación?

El coronavirus parece que ha agrandado más la brecha salarial por los porcentajes que dan. Además, sobre esto, hay que tener muy en cuenta otro

concepto que es la brecha digital. Los estudios demuestran que los hombres, por los motivos que sean, tienen más conocimiento de las TIC. Esto, en tiempos de pandemia donde se teletrabajaba mucho y se pedía el manejo de estas tecnologías, ha provocado que las mujeres hayan tenido mayor dificultad, según las estadísticas de diversos estudios.

¿La legislación laboral en España fomenta esta desigualdad?

Las herramientas legislativas son muy buenas y potentes pero a la hora de llevarlo a la práctica fallamos.

¿Qué asuntos está  tratando en la actualidad desde su sala?

Los temas más novedosos que tenemos ahora encima de la mesa son los relativos a los ERTES. Si los que se han seguido estaban o no ajustados a derecho. Si había fuerza mayor, si los despidos tras un ERTE pueden admitirse o necesariamente tienen que declararse que no son ajustados al derecho.

También tenemos asuntos de prevención de riesgos laborales por el coronavirus. Si se adoptaron todas las medidas preventivas. Sobre todo, en colectivos sanitarios o conductores de ambulancias y policías. Especialmente sensibles y los que han estado en primera línea.

¿Cómo califica la normativa laboral que surgió al amparo del estado de alarma? ¿Qué consecuencias podría tener?

El problema técnico que hay contra esta normativa es que se hizo en una

situación excepcional, con mucha presión. Las empresas, en virtud al decreto que proclamó el Estado de Alarma, muchas tuvieron que cerrar o cesar sus actividades y había que dar una solución a esa empresa para ver cómo pagaba a sus trabajadores si no tenía ingresos. Ahí aparece la figura del ERTE para que los trabajadores no fueran a trabajar pero pudieran cobrar el desempleo.

Esta legislación en la situación excepcional de la que hablamos, y que se desconocía cuánto iba a durar, daba medidas pero pasadas había que complementarlas y ampliarlas porque la pandemia continuaba y había que atender la situación de las empresas.

Aparecieron muchísimas normas que se atropellaban las unas a las otras desde el punto de vista técnico-jurídico. Fue muy complicado legislar, pero creo que se resolvieron los problemas más serios.

¿Cómo ve la renovación del Consejo General del Poder Judicial que está encallada desde hace años? ¿Se puede soñar con la elección de una mujer para la presidencia?

El tema está parado. Lo que deseo yo es que se designe a una persona idónea. Que reúna las condiciones óptimas para ser presidente o presidenta del Consejo General del Poder Judicial. Como mujer me gustaría mucho que la presidenta fuera mujer, claro está, pero la clave está en que sea una persona de consenso más allá que el sexo.

¿Cree que esta presunta politización de la Justicia hace daño atendiendo a la opinión pública?

Pienso que, a veces, para la ciudadanía no está claro lo que es la Justicia, lo que son los jueces y qué es el Consejo General del Poder Judicial. Todos los

jueces y magistrados del país superamos unos procesos selectivos. Somos opositores y profesionales, la mayoría con vocación y desarrollamos nuestro trabajo con la mejor voluntad en condiciones a veces difíciles y ajustándonos a la Ley. Hay mucha entrega.

Hay determinados cargos dentro de la judicatura son de libre designación como por ejemplo los presidentes de las Audiencias Provinciales, de las salas de los Tribunales Superiores de Justicia, o el presidente de la Audiencia Nacional, los nombra el Consejo General del Poder Judicial pero lo hace entre personas que reúnen los requisitos que marca la Ley. Todo el proceso es público para evitar que se cometan irregularidades. No es una elección caprichosa, sino que por detrás tiene un gran respaldo. 

En el caso del Consejo General del Poder Judicial, sus miembros vienen elegidos. Unos los propone el Congreso, otros el Senado… muchos se quejan de que son impuestos por políticos pero estos políticos son cargos elegidos en elecciones libres. No lo hacen de manera sectaria. Así se eligen a los miembros del Consejo General del Poder Judicial y este es el que elige a los miembros de libre designación.

La gente debe tener en cuenta que los jueces, a la hora de dictar sentencia, lo hacen de forma independiente e imparcial, sin influencias.

¿Cuál cree que es la visión de la ciudadanía con respecto a la Justicia?

Siempre digo que para que la ciudadanía pueda tener una buena visión de la Justicia, lo que tenemos que completar los jueces y tribunales es hacernos entender para que nos comprendan. Cuando te comprenden es cuando te quieren si no te rechazan.

Tenemos que explicar lo que hacemos, con un lenguaje claro en nuestras sentencias, sin perder el rigor técnico para que sea comprendido por la ciudadanía. Creo que las cosas se pueden explicar muy bien para que se entiendan, y es lo que hay que hacer. Solo si la sociedad lo entiende la Justicia podrá llegar a ser mejor valorada de lo que lo es en estos momentos.

¿Nacida en Valladolid, cómo fue su infancia?

He vivido en muchos sitios además de en Valladolid. Los primeros años estuve en Marruecos y no recuerdo cómo era la ciudad cuando era pequeña. A mi vuelta tenía 14 años. Recuerdo una Valladolid un poco oscura, en todos los sentidos, cuando yo venía de un país luminoso, abierto, con miras muy amplias y llegué a una ciudad de provincias, oscura, con costumbres anquilosadas. Pienso que nuestra ciudad ha evolucionado muy positivamente. Aparecieron las grandes empresas, la sociedad tenía otras inquietudes, era una ciudad más aperturista y el tener una universidad potente ha ayudado. Nos hemos subido al carro de la modernidad con el paso de los años.

Tenemos nuestro festival de cine o de teatro. La cultura siempre ha tenido mucho peso. Desde que entré en la Universidad recuerdo acudir a estos festivales. La ciudad siempre tuvo muchas inquietudes y ahora pienso que es un lugar muy vivible con grandes alicientes y posibilidades.

¿En cuántas ciudades ha vivido?

Terminé la carrera, saqué la oposición y me fui a Barcelona y luego a Palencia, pasé por Bilbao y volví a Valladolid para dar 20 años derecho procesal en la universidad hasta que he acabado en Madrid.

Viene los fines de semana a Valladolid.

Los fines de semana en Valladolid no los cambiaría por nada. Es todo próximo, cercano, familiar. Conoces a la gente, te conocen. Es una ciudad muy fácil para vivir.

Un objetivo y un deseo mirando al futuro

Para mí, el objetivo siempre ha sido el ideal de justicia. Creo mucho en la actividad pública. En cuanto a la Justicia, a la he aplicado años de mi vida e intensidad, me gustaría que llegaramos a dar una respuesta óptima en tiempo a los justiciables. El ideal sería conseguir una cierta agilidad en la respuesta judicial. Me gustaría mucho que se pudiera lograr y no pierdo la esperanza.

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