En las fábricas de conserva, los maestros del Grupo 5 (personal de fabricación), cobran 33,89 euros de salario base al día. Los maestros del Grupo 6 (personal de oficios varios), perciben en cambio 38,31 euros. Sus labores son idénticas, pero existe una diferencia abismal entre ambos: las primeras son en realidad maestras. Femenino plural. Es un ejemplo gráfico de la evidente brecha de género existente en el sector de la conserva, el principal motivo que las trabajadoras han puesto sobre la mesa para llamar a la huelga. Llevan meses peleando por un convenio digno y este mismo jueves dos de los tres sindicatos convocantes firmaron un preacuerdo con la patronal. Entre las trabajadoras, sensaciones encontradas.
La convocatoria de huelga llega con una carga histórica de ausencia de movilizaciones en más de tres décadas. Pero este año ha marcado un antes y un después: el pasado 21 de enero se convocó la primera jornada de huelga, a la que le siguieron otras dos el 3 y el 4 de febrero. Este sábado, tuvo lugar una manifestación en Boiro (A Coruña), convocada por Comisiones Obreras, el sindicato que ha rechazado estampar su firma en el preacuerdo. La central organizará además asambleas con sus trabajadoras para dirimir si se mantienen las huelgas programadas para el 14, 16 y 18 de marzo.
Mujeres, historia y discriminación
La fotografía que dejaron las jornadas de huelga fue nítida: quienes sostenían las banderas con las siglas de los sindicatos eran mayoritariamente mujeres. Aunque las reivindicaciones responden a un conglomerado de circunstancias, son ellas las que llevan las riendas. No es de extrañar. Ellas fueron quienes cimentaron la conserva desde sus inicios y son quienes la mantienen en pie hoy día. «La historia de la conserva (…) es la historia de muchas mujeres en Galicia. Mujeres empoderadas por la necesidad. Es una historia hecha sobre el esfuerzo de un ejército de muchachas que dejaron a un lado su infancia para llevar un jornal a sus casas«, introduce el documental Memorias en conserva.
La historiadora Luisa María Muñoz, autora del libro Género, trabajo y niveles de vida en la industria conservera de Galicia (Icaria, 2010), aporta en ese documental las claves para entender el conflicto actual desde una perspectiva de género. «Las mujeres fueron las protagonistas principales, sin embargo fueron siempre peor remuneradas que los hombres«, señala. Lleva siendo así, continúa, desde el siglo XVII con la salazón, pasando por la conserva del siglo XX, hasta hoy y con el último convenio regulador, firmado en 2017, donde «se ve la segmentación del mercado de trabajo», señala la historiadora. «Es algo muy universal y muy característico de esta industria donde quiera que mires: las mujeres estaban en los primeros peldaños y recibían menos salarios».
Al principio, documenta la escritora, ingresaban «menos de la mitad de los salarios de los hombres», a partir del siglo XX pasaron a ser «más o menos la mitad» para experimentar un ligero aumento durante la Segunda República, en un «contexto de lucha obrera». Con el franquismo, se consolida el retroceso retributivo y ya en los años setenta, gracias a los convenios colectivos, la situación para las mujeres mejora. Pero no lo suficiente: la brecha persiste.
«El de las mujeres siempre un sueldo para ayudar en casa»
Cecilia Cajaraville lo ve cada día en la fábrica, en su Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) natal. «Lo que pedimos no es tanto», dice al otro lado del teléfono, en el hueco que le ha arrancado a su hora del bocadillo. «Hay casos en que desempeñamos el mismo trabajo, pero la diferencia salarial es abismal«, lamenta. Las razones de la brecha de género suelen ser más bien pretextos que en ningún caso justifican las diferencias. A veces se asientan sobre una tradición histórica difícil de revertir. «El de las mujeres siempre fue un sueldo para ayudar en casa, no un sueldo de por sí», reflexiona la trabajadora. Quizá parte de esa grieta bebe de ahí.
«Reivindicamos un incremento salarial: igual trabajo, igual salario», clama. Algunos todavía no entienden el por qué. «El apoyo es mayoritario» entre los compañeros, aunque sigue habiendo quien «no lo ve normal».
–¿Por qué?
–Por machismo, supongo, no les gustará que ganemos el mismo dinero.
Pilar Campaña lleva desde finales de los ochenta trabajando en el sector y no duda al calificar las movilizaciones de históricas. «Jamás se vio a tanta gente saliendo a la calle, sobre todo mujeres peleando por sus derechos«, celebra. Trabaja en Boiro, precisamente en la fábrica que se vio envuelta en llamas el año pasado. Ella estaba en la zona de congelados, pero desde el accidente fue reubicada en el almacén y ahora trabaja estuchando latas mano a mano con una máquina. «Lo que nos cabrea es que haciendo el mismo trabajo que otro compañero que está al lado, estemos cobrando menos», denuncia. «No se sostiene por ningún lado».
Tanto Campaña como Cajaraville integran la mesa negociadora entre la patronal y los agentes sociales. La primera, por parte de Comisiones; la segunda en representación de la CIG. Sus sensaciones son diametralmente opuestas. La trabajadora de Boiro no oculta su absoluto descontento por el preacuerdo firmado, especialmente en lo que respecta al abordaje de una brecha salarial que hasta hacía días la patronal ni siquiera reconocía. «Solo se comprometen a abordar el tema. Es una mentira para engañar a las trabajadoras de la conserva. Teníamos una oportunidad de oro y nos vendieron«.
Un preacuerdo que no gusta a todos
¿Qué dice el preacuerdo? La CIG y UGT defienden que los sindicatos firmantes han conseguido que la actualización de los sueldos se haga en base al IPC real, pero además presumen de haber pactado un incremento adicional del 0,3% en cada uno de los cuatro años de duración del convenio (2021-2023) para las categorías laborales ocupadas mayoritariamente por mujeres, es decir, las del Grupo 5. Esta propuesta no es nueva: la patronal ya la había deslizado en la última reunión, el pasado 2 de febrero. Los sindicatos la tildaron de insuficiente y el resultado fue llamar a la huelga.
Hace ahora tres años, el sector de elaborados del mar fue a la huelga para conseguir un convenio digno. Venía de ser una «escisión de la conserva para precarizar todavía más. Entonces se consiguió poner el convenio por encima, ahora es el turno de la conserva». Habla Víctor Ledo, secretario general de la Federación de Industria de CCOO Galicia. El convenio colectivo del sector de conservas, semiconservas y salazones de pescado y marisco es estatal, pero el «52% de las trabajadoras afectadas están en Galicia». Tiene una «pequeña implantación en Cantabria y en Málaga», expone el sindicalista, pero el protagonista por excelencia lleva nombre gallego. «Es de los peores convenios a nivel estatal, con las peores condiciones en jornada y salarios«, remacha.
Los sindicatos calculan que el 80% de quienes llenan las fábricas son mujeres. Fueron esenciales durante la pandemia, las trabajadoras de la conserva no dejaron de ir a los centros de trabajo para nutrir las despensas de los consumidores. «Estuvieron trabajando a destajo», ahonda Ledo. Como consecuencia, el sector de la conserva «incrementó sus beneficios más de un 11% y en algunos casos con facturaciones récord». Aquel impacto no entró en los bolsillos de las trabajadoras. La interlocución, señala Víctor Ledo, es especialmente compleja en el sector porque los representantes de los trabajadores tienen enfrente a una «patronal caciquil», caracterizada por un «alto componente familiar». «Los patrones son familias que además están en el territorio donde se ubican las empresas. Esto se viene arrastrando desde hace décadas: el sector conservero fue avanzando tecnológicamente, pero la cultura empresarial sigue siendo anticuada».
La brecha entre mujeres y hombres se caracteriza por tres cuestiones clave: salarios más bajos debido a las categorías profesionales, mayor eventualidad –con un dominio de los contratos fijos descontinuos– y menos pluses. Según CCOO, la brecha asciende al 28,4%. Comisiones señala que enyesar la grieta era una línea roja y cree insuficientes los acuerdos alcanzados. La CIG, en cambio, respira tranquila. Mar Vila, miembro de la comisión negociadora por parte del sindicato nacionalista, expresa su satisfacción: «Se han conseguido reclamaciones históricas que recuperan una mejora de derechos», sentencia. La subida del 0,3% para las categorías femeninas tiene encaje en el preacuerdo, sostiene, porque va a acompañada de un paso clave: la creación de una comisión técnica para trabajar en la eliminación de la brecha salarial, que echará andar una vez haya sido firmado el nuevo convenio. Su objetivo es precisamente eliminar las distinciones entre los dos grupos, caminando hacia su fusión. «No es solo el salario, tenemos que hablar de la reformulación de las categorías», señala la sindicalista.
En cualquier caso, el preacuerdo es eso: el preludio de algo definitivo. Los sindicatos dejan en manos de sus asambleas la decisión final. Tienen la palabra las trabajadoras que hicieron de sus demandas un grito unánime en las calles.