Las repartidoras denuncian que no tienen el amparo de un protocolo efectivo para defenderlas y que no disponen de a quién dirigirse cuando se generan situaciones en las que se sienten vulnerables
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Angi, repartidora desde hace tres años en varias plataformas de reparto a domicilio, ha desarrollado en este tiempo toda una serie de estrategias plenamente orientadas a mostrarse lo más imperceptible posible para evitar situaciones de acoso. Intenta llevar un perfil bajo y, en algunos casos, ser escurridiza: no acude a los puntos de encuentro en los que se reúnen el resto de riders, busca activamente llevar ropa que pase lo más desapercibida posible, y tiene ya estudiado en qué casos puede tener una actitud relajada con el cliente en cuestión, y en cuáles debe, prácticamente, no mediar palabra con él. “Como ven ya en la foto que es una mujer la que va a venir, obviamente ya algunos clientes te abren la puerta de otra manera, y pueden llegar a hacerlo sin ropa”. Asegura que decenas de hombres le han recibido semidesnudos, en calzoncillos.
“Cuando te reciben sin ropa o con ese tipo de actitud, no les digo absolutamente nada. Marco mi distancia, les doy su pedido, y enseguida me marcho. Trato de ni mirarlos. Es muy fuerte trabajar como rider siendo a la vez migrante y mujer, sobre todo cuando tratas con este tipo de gente que te quiere humillar”. Asevera que sabe de muchos casos que le han contado compañeras en los que la cuenta de alguna de ellas se encontraba ‘alquilada’ por un chico —’alquilarle’ una cuenta a alguien cuya situación en el país está regularizada es la forma en la que muchos trabajadores que no lo están consiguen trabajar en estas plataformas—.
En esta clase de ocasiones muchas veces al cliente le aparece la foto de la persona que alquila la cuenta (por ejemplo, una mujer), pero quien llega al domicilio es un hombre: “Entonces hay clientes que salen de esa forma insinuante, pero cuando ven que quien te va a entregar el pedido es un chico, se cortan y cambian de actitud. Eso pasa muchas veces”, asegura.
Nuria Soto también estuvo trabajando como rider para diversas plataformas del sector. Tras sus experiencias, fundó la cooperativa Mensakas —que potencia un modelo de reparto “dentro de la economía social y solidaria”–. Afirma que “estos casos no son tan aislados como se pueda pensar. Toda mujer rider o casi toda puede contar alguna situación así”. Al no acceder a su insinuación, explica Soto, a veces les ponen una mala puntuación en la plataforma para “castigarles” por ello. En la cooperativa han creado una comisión de género para poder abordar estos temas.
Una vez fui a entregar y estaban unos chicos fumando marihuana, todos en ropa interior, y me dijeron que tenía que servirles la comida en la mesa, que tenía que entrar.
Yuly, rider
A Yuly, exrepartidora, también le ha ocurrido. “Hay hombres muy abusadores. Una vez fui a entregar y estaban unos chicos fumando marihuana, todos en ropa interior, y me dijeron que tenía que servirles la comida en la mesa, que tenía que entrar. Yo les dije: ‘simplemente pagadme y os entrego vuestra comida’”, relata. En otra ocasión un cliente le recibió completamente desnudo.
Los “puntos de encuentro”, lugares potencialmente hostiles
Pero las situaciones desagradables no acaban al salir de las zonas residenciales, sino que continúan en los lugares donde los y las riders se encuentran para esperar a recibir los pedidos —generalmente suelen ser zonas de alta demanda—. Por eso Angi, explica, intenta no rodearse de nadie. “Siempre estoy sola. Trato de evitar las multitudes de riders. Lo hago a propósito para evitar estas cosas porque si tú llegas a un restaurante y están ahí todos reunidos, sientes que ya se te quedan mirando o empiezan a hablar entre ellos mirándote”.
“Hay situaciones que se dan con los propios compañeros”, explica Nuria, que afirma que ha llegado a sentirse “desamparada”.
Ante las actitudes de acoso por parte de los compañeros, como no estás en un centro de trabajo y ellos no están considerados oficialmente como compañeros, no hay oportunidad de empezar ningún proceso. Eso te deja un poco indefensa
Nuria Soto — Rider y una de las fundadoras de la cooperativa Mensakas
Sin embargo, no perciben que se las proteja. “Se han dado situaciones con algunos compañeros que igual no están muy bien de la cabeza. Actitudes tan incómodas que, por ejemplo, una compañera y yo nos tuvimos que ver obligadas a bloquear a otro compañero porque se obsesionaba u otro que cuando le ibas a dar dos besos te giraba la cara”, afirma. “Ante estas actitudes, como no estás en un centro de trabajo y ellos no están considerados oficialmente como compañeros, no hay oportunidad de empezar ningún proceso. Eso te deja un poco indefensa en este sentido”, denuncia.
Otras zonas del espacio público también se tornan hostiles, como señala la repartidora, que relata cómo muchas veces los coches las atosigan en la carretera mediante el acoso, la intimidación, los gritos, o con escupitajos, y, afirma, casi en el 100% de los casos estas actitudes se dan por parte de hombres. En toda su trayectoria, solamente una mujer ha mostrado actitudes hostiles hacia ella en la carretera: “Estamos hablando de que estamos en un sector hipermasculinizado y hacemos una actividad propiamente considerada mayoritariamente de hombres, ocupando durante todo el día el espacio público. Todo esto convierte nuestra actividad en algo más dificil por todos los tipos de comentarios que te puedas encontrar, desde los más fuertes hasta los más paternalistas”.
De las cuatro repartidoras a las que elDiario.es ha preguntado, una, Sara (nombre ficticio debido a que quiere conservar el anonimato), afirma que no ha notado “una diferencia en el trato debido al género por parte de los clientes”, aunque explica que esta percepción se podría llegar a atribuir al hecho de que ella suele trabajar mediante cuentas alquiladas, generalmente de chicos, por lo que aparece la foto de perfil de ellos.
Desamparadas ante la inexistencia de protocolos
“El hecho de no disponer de un centro de trabajo, un plan de igualdad, un protocolo antiacoso, o una serie de cosas que corresponden al reconocimiento de la relación laboral, esto nos afecta más a las trabajadoras”, denuncia la fundadora de Mensakas.
Uno de los principales inconvenientes en la economía de plataformas, aseguran todas ellas, es el de no tener a quién dirigirse para los problemas que puedan ir sucediendo. “El soporte nunca responde”. Si no se empieza por abordar la ‘punta del iceberg’ visible del problema que son, opinan, las malas condiciones laborales, no se puede resolver todo lo que hay debajo, explican, y defienden que una medida sencilla que se podría ir aplicando para conseguir reducir el número de casos de acoso sería la de dejar de mostrar la foto de perfil o el género de los y las riders ya que, sostienen, “no es tan importante”.
Según el informe realizado en 2020 por Comisiones Obreras Cataluña, Repartidors i repartidores de plataforma digital: Condicions laborals, necessitats, demandes i perspectives, el 61% de las personas ‘riders’ entrevistadas (de las cuales 6 de cada 10 eran hombres) estaban de acuerdo en que ellas sufrían situaciones de discriminación o sexismo por el simple hecho de ser mujeres.
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