El tremendo desarrollo de la tecnología en las últimas décadas ha traído como consecuencia la aparición de algunas brechas, más o menos profundas, en el tejido de nuestras sociedades. Brechas geográficas, generacionales, incluso de género, y relacionadas, sobre todo, con el acceso, el uso y la facilidad de la apropiación de las tecnologías por parte de los individuos y las organizaciones.
Y entre ellas, una de las más debatidas es, sin duda, la brecha de género.
La incorporación de las chicas a las carreras tecnológicas es escasa (en todo caso, menor que la de los chicos), y luego la presencia femenina en el ámbito profesional es francamente minoritaria. En otros artículos me he referido a este tema, y, sobre todo, a un tema central: ¿Cómo atraer a las niñas y jóvenes al mundo STEAM?
¿Cómo podemos salvar la brecha de genero tecnológica?
La clave, en mi opinión, es que la incorporación de las chicas a este ámbito debe tener como eje, sobre todo, el potencial de su propia visión.
En varios estudios, por ejemplo, se ha desvelado (y a mí me ha funcionado en mis años de experiencia), que las chicas se implican más cuando les planteas un reto tecnológico social. Que resuelvan un problema de su entorno.
Esta premisa la he comprobado en estos años impartiendo cursos y talleres. Cuando propongo, por ejemplo, hacer un robot, capto más rápidamente la atención de las chicas si añado que este no será uno cualquiera, sino que servirá para mejorar algún factor en la vida de las personas mayores, o con alguna discapacidad…
Algunas ideas inspiradoras
Estudiando el asunto, he ido ‘guardando’ algunas ideas de proyectos de este tipo, y que, además, están funcionando en varias partes del mundo.
Por ejemplo, el desarrollo de tecnologías de asistencia para personas con discapacidad: prótesis avanzadas, dispositivos de comunicación para personas con discapacidades del habla… En este campo, FIIXIT es un ejemplo de referencia en creación e impresión 3D de productos sanitarios.
Otra idea interesante es el desarrollo de una plataforma accesible de educación en línea, con cursos formativos sobre varias temáticas y dirigidas a jóvenes de comunidades rurales o de bajos recursos. Aquí me gusta mencionar a Khan Academy, que ofrece recursos educativos gratuitos a estudiantes, maestros y familias, en diferentes áreas, en varios idiomas y a nivel global.
Sostenibilidad, voluntariado, seguridad…
O crear una plataforma en línea de crowdsourcing para el voluntariado, que conecte a organizaciones sin fines de lucro con voluntarios interesados en contribuir a proyectos sociales y ambientales. Por ejemplo, VolunteerMatch facilita la búsqueda de oportunidades de voluntariado basado en intereses y habilidades.
También está el desarrollo de un sistema de monitoreo de recursos hídricos (SmartTow es una referencia); o de una aplicación para la seguridad personal, que permita a las personas enviar con el teléfono móvil alertas de emergencia a contactos cercanos o servicios de seguridad (por ejemplo, la app bSafe, Alertcops)…
Proyectos, en definitiva, que demuestran cómo las tecnologías pueden utilizarse para abordar problemas sociales y mejorar la calidad de vida de las personas.
Estos son, sin duda alguna, los más indicados para comenzar a combatir la brecha de género en el ámbito de la tecnología.