Partido de la Liga F entre el Valencia y el Real Madrid.
ANA ESCOBAR (EFE)
JUAN BAUTISTA VIVERO SERRANO



La huelga de las futbolistas y el SIMA

Lo sucedido desde la final del Mundial sitúa a los hombres
ante un espejo tan inesperado e incómodo como necesario
de una vez por todas
21 SEPT 2023
Si no existiera el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA) habría que
inventarlo. Puesto que existe desde hace mucho tiempo, 1996, y puesto que en el mundo
sindical y patronal de las relaciones laborales es de sobra conocido, solo falta darlo a
conocer a la ciudadanía en general.
La reciente huelga de las futbolistas de la “primera división”, la Liga F, resuelta
exitosamente con la decisiva intervención mediadora del SIMA, constituye una
inmejorable ocasión para la puesta en valor de esta fundación pública más allá de su
limitado radio de acción profesional.
El mundial de fútbol conquistado por la selección femenina española y el impresentable
comportamiento del ínclito Rubiales en la celebración australiana del campeonato,
torpemente empeorado por el mismo y su troupe en los días posteriores, han propiciado
una singular “catarsis” de amplio espectro. Sin esa catarsis la huelga de las futbolistas no
habría tenido tan elevados ecos mediático y político y el resultado seguramente habría
sido otro. Sin esa catarsis no estarían las campeonas mundiales empeñadas en hacer valer
ante la RFEF unos cambios y unas mejoras tanto tiempo postergados.
Y lo más importante de todo, sin esa catarsis no estaría interpelada toda la sociedad
española, muy en particular los hombres, sobre todo los autoconvencidos de no ser
machistas. Autopercibirse o no como machista es también una cuestión temporal y
espacial, del tiempo y el lugar en el que uno vive, y lo sucedido desde el 20 de agosto de
2023, fecha de la final mundialista, sitúa a los hombres ante un espejo tan inesperado e
incómodo como necesario de una vez por todas.
En semejante contexto transformador llegó al SIMA la huelga de las futbolistas de la Liga
F y este no hizo ni más ni menos que interpretarse a sí mismo. Esta fundación pública,
integrada por el Estado y las organizaciones sindicales (CC OO y UGT) y patronales
(CEOE y CEPYME) más representativas en el ámbito estatal, configurada a partir del
ejercicio responsable de la negociación colectiva en la cumbre (ASAC VI), está más que
acostumbrada a mediar (y, en su caso, arbitrar) en multitud de conflictos laborales
colectivos. Conflictos económicos de fijación y determinación de las condiciones
laborales (salariales o no), que no pueden en ningún caso encontrar una respuesta en los
tribunales. Y conflictos jurídicos sobre la aplicación e interpretación de las normas
laborales, que sí pueden obtener una solución judicial, pero que siempre quedarán mejor
atados, y durante más tiempo, cuando la solución la protagonicen los trabajadores y los
empresarios, gracias muchas veces a la tarea mediadora del SIMA.
En el conflicto económico exteriorizado a través de la huelga de las futbolistas de la Liga
F, los mediadores del SIMA hicieron lo mismo que en otras muchas discrepancias
económicas, ayudar a las partes, mediante maratonianas jornadas de trabajo, a encontrar
el siempre difícil punto de equilibrio. No estaba en cuestión el valor económico del trabajo
de las futbolistas regidas retributivamente por convenio colectivo en lugar de por contrato
de trabajo, sin duda superior al del salario mínimo profesional finalmente acordado: un
fijo de 21.000 euros anuales para la temporada 2023-2024, con una posible variable
adicional de 2.000 euros anuales. Estaba en juego algo mucho más complejo, la capacidad
económica de los clubes de la Liga F para incrementar el salario mínimo de muchas
futbolistas sin poner en peligro un negocio todavía incipiente, aunque con razonables
expectativas de aumento exponencial de los recursos económicos en un futuro no muy
lejano, en la línea de la experiencia inglesa.
Complejidad sabiamente interpretada por los cinco sindicatos (FutPro, AFE, Futbolistas
ON, CC OO y UGT) convocantes de la huelga y por la patronal de los clubes de fútbol
femenino (Liga F). Y complejidad leída con notable inteligencia por las propias
futbolistas, sólidamente unidas tanto en el seguimiento y la alimentación de la huelga
como en su desconvocatoria. En un escenario así el SIMA no podía fallar y una vez más
cumplió de forma sobresaliente con su delicada función institucional.
Last but not least, sirva esta feliz actuación del SIMA para reivindicar el entero sistema
de solución autónoma de conflictos laborales, en el que esta fundación pública solo es la
cúspide, pensada para los conflictos territorialmente más amplios, los estatales. El SIMA
convive desde el inicio con los correspondientes sistemas autonómicos, encargados de los
conflictos laborales que no desbordan dicho ámbito, cuya inestimable labor conocen bien
los trabajadores y los empresarios de los niveles local, provincial y autonómico. Uno de
esos sistemas autonómicos (acaso todos potencialmente), el de Castilla y León, sobrevive
a duras penas amenazado por la sinrazón de un partido político, Vox, que parece sentirse
más cómodo con el pasado de las relaciones laborales que con el presente, temeroso quizá
de colocarse frente al mismo espejo al que tarde o temprano tendrá que mirarse el ya
dimisionario cocodrilo Dundee español.

Juan Bautista Vivero Serrano, mediador del SIMA y Catedrático de Derecho del trabajo
en la Universidad de Salamanca

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